“Recreo i arte, salud e higiene”

Catalina Valdés

A comienzos de la década del ’70, Benjamin Vicuña Mackenna da inicio a las obras del Cerro Santa Lucía. Estas correspondían a un proyecto que hacía soñar al intendente desde su juventud: transformar el roquerío ubicado en el centro de Santiago en un parque de recreo al más puro estilo de París. Para la época, esto representaba una empresa de gran envergadura, y tanto por el alto costo como por las dudas que despertaba su utilidad, fue blanco de críticas y centro de polémicas. Paradójicamente, es quizás la obra de mayor éxito y posteridad de todas las emprendidas por el enérgico edil. El álbum al que pertenece esta foto es una muestra más del cosmopolitismo de Vicuña Mackenna. Para la época, no eran muchas las publicaciones que circulaban por Chile conjugando imagen y texto, y en esta se presenta una innovación todavía mayor, al ocupar la impresión litográfica de fotografías. La imagen muestra un elemento, probablemente de los más llamativos, del complejo proyecto de renovación del cerro, hoy en día desaparecido. Se trata de una caída de agua de bastante altura, si consideramos la proporción dada por los dos hombres que posan a cada costado. Siguiendo un vertiginoso sendero, que incluía un pequeño puente con rejas de seguridad, los paseantes podían experimentar el desafío de estar inmersos en la naturaleza indómita. La cima de este trayecto concluye con un eclecticismo casi mágico la travesía al estar coronada por los restos del fuerte español que ya ocupaban el cerro cuando todavía se llamaba Huelén. Otros senderos del paseo conducían al encuentro de seres mitológicos, cuevas y vistas panorámicas, haciendo del cerro un micromundo fantástico, según el modelo del parque Buttes-Chaumont de París, inaugurado el año 1867. La foto nos ayuda además a imaginar más o menos el aspecto del cerro en la época, que no pasaba de ser un peñón seco y rocoso, explotado como cantera de piedras para el adoquinado de las calles de la ciudad. El aspecto de pulmón verde que tiene hoy es precisamente lo que Vicuña Mackenna imaginaba crear con su proyecto de remodelación. Habiendo vivido un exilio en París años antes de convertirse en alcalde, tenía en mente los modelos de estética e ingeniería urbana de la intensa renovación que el barón Haussmann había impulsado en la capital francesa entre las décadas de 1850 y 1870. Descontando las diferencias, ambos proyectos fueron intensamente criticados: Santiago obviamente no era París, y el gasto que representó esta obra fue considerado un despilfarro por una buena parte de la sociedad. No parecía razonable inyectar tantos esfuerzos y recursos en la zona céntrica de la ciudad, considerando que los arrabales crecían sin ningún tipo de urbanización, fomentándose con ello la especulación inmobiliaria y la pérdida de tierras de cultivo, por no hablar de la aproximación de focos de delincuencia y enfermedad a los barrios nobles de Santiago ¡Menos justificable era entonces si se trataba de un proyecto unicamente con fines recreativos y estéticos! La defensa de Vicuña Mackenna quedó manifiesta en este Álbum y en cada uno de los textos que él mismo publicó durante y después de su mandato. Más allá de querer borrar el recuerdo juvenil de un Santiago “conventual i siniestro” (citado por el historiador Vicuña Urrutia en su libro El Paris americano), buscó convertir la ciudad en un ejemplo de urbe moderna. Inspirándose en las corrientes positivistas de la época, consideraba que las actividades recreativas y la apreciación del arte promovían la higiene y surtían un efecto benigno, curativo incluso, por lo que creía que todos los ciudadanos debían acceder a ellas. Su idea de convertir el cerro Huelén en parque respondía a la intención de atraer al ciudadano “de a pie” a vivir esta experiencia positiva, ya que salvo la Alameda de las Delicias, los otros paseos capitalinos (la Quinta Normal y los Campos de Marte) requerían acceso en carruaje. Al hablar de higiene desplegaba una metáfora clínica sobre todo el complejo social, confiando en la capacidad de evolución del ciudadano por medio de la asimilación de hábitos modernos. Pero este concepto debe ser comprendido en su contexto, imaginando barrios enteros cada vez más poblados de manera precaria, sin cauce alguno de sus aguas servidas, en total miseria y desorganización, desarticulando por completo el antiguo plan damero de la ciudad. Peste y cólera era lo mínimo que podía acarrear una falta de proyección urbana. Higiene entonces no era solo una metáfora. A comienzos de la década del ’70, Benjamin Vicuña Mackenna da inicio a las obras del Cerro Santa Lucía…