El origen de Santiago bajo la fuerza de su geografía

Germán Hidalgo

Este dibujo es el bosquejo preliminar de la litografía Vista de la Ciudad de Santiago de Chile con parte del Tajamar del Río Mapocho desde la Quinta Alegre (sobre el dibujo y la aguada, ver Germán Hidalgo, 2010), y al igual que el dibujo preliminar de la Vista de Santiago de Chile desde el cerro Santo Domingo, fue realizado por Felipe Bauza en el paso de la expedición Malaspina por Santiago de Chile (Bonifacio del Carril, 1957). Todo hace pensar que el objetivo de este dibujo fue dar cuenta de las infraestructuras que recientemente se habían construido en la ciudad: el Puente de Cal y Canto, inaugurado en 1779, y los Tajamares, cuyas obras se remontan, según Armando de Ramón (2007), a 1792. Cabe señalar, como indica este mismo autor, que los muros para contener las avenidas del río Mapocho fueron encomendados a Joaquín Toesca en 1783, después de una gran crecida del río, pero que estos sólo se habrían iniciado en 1792. Al parecer, aquí nos encontramos ante una disparidad de fechas, ya que si nos atenemos al dibujo, las obras de este tramo de los Tajamares ya habrían estado bastante adelantadas, sino terminadas, para 1793. Creemos que no hay motivo para dudar de la veracidad de esta fecha, sujeta al paso de la expedición Malaspina por Santiago (Rafael Sagredo, 2004), y al mismo dibujo de Bauza que aunque muestra los tajamares de un modo incompleto y esquemático, se ajusta bastante bien a lo que nos mostrarán sus representaciones posteriores. El interés de este dibujo consiste, por tanto, en mostrar estos adelantos urbanos, sin precedentes para una población tan pobre como era Santiago en aquella época. Sin embargo, desde otro punto de vista, pareciera que el dibujo quiere poner de relieve la dimensión geográfica de estas intervenciones, las cuales, por su envergadura, rivalizan con el río Mapocho y el cerro Santa Lucía, que junto a la Cordillera de la Costa, confieren una grandiosa imagen paisajística a la ciudad de Santiago de Chile. En efecto, en la profundidad de la imagen, se distingue claramente el puente de Cal y Canto y a la izquierda el perfil del cerro Santa Lucía; pero, curiosamente, la ciudad ha quedado excluida de la representación, relegada detrás del mismo cerro y de un grupo de árboles. Este propósito queda patente cuando advertimos el doble rol que cumplen estas infraestructuras: como estructuras que contienen las aguas y como paseos públicos, aprovechando su excelente ubicación para admirar el soberbio marco geográfico. Toma sentido, por tanto, que la imagen muestre el caudaloso transcurrir del río, cuyas aguas ocupan todo el ancho de su caja, aspecto que según Pereira Salas (1965) contribuyó a crear una visión casi oceánica del río Mapocho. Para obtener esta espectacular perspectiva, el dibujante se ubicó en un lugar estratégico, el borde norte de la Quinta Alegre, que corresponde en la actualidad, al cruce de las calles Providencia y Seminario, desde donde se puede apreciar aún hoy, la apertura espacial que produce el cauce río. En este sentido, el dibujo tiene algo de premonitorio, ya que intuye la relevancia que tendrá este lugar en el futuro, tanto por su singularidad geográfica, como por su permanencia en el imaginario colectivo. Por último, cabe notar la presencia de una figura humana dibujada invertida en la parte superior de la hoja; ella nos trasmite el carácter espontáneo y vital de este tipo de representación. Sin embargo, hay algo que hasta ahora no se ha dicho, y es que ella también puede ser entendida como la huella dejada por el uso de la cámara oscura en este proceso de registro (Eugenio Pereira Salas, 1992; Rafael Sagredo, 2004); no está de más recordar lo ya sabido, que este aparato opera proyectando las imágenes invertidas